martes

Chinos...


- No se puede vivir con ellos, no se puede vivir sin ellos... [suspiro literario]

- Ey! 'tas flashando

- ....

- Si, 'tas flashando. Sí se puede vivir con los chinos.

- ¿eh?

- Que sí se puede vivir con los chinos. Es mas, se puede vivir tanto con, como sin los chinos, y muy tranquilamente, así que lo que pusiste antes es una pelotudez.

- No puedo creer que me estés diciendo esto. Te callás.


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Ahora la fábula, con unos retoques personales a la traducción para que no sea un embole.

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Había una vez un chino que ya tenía cien años. Se llamaba Lin Lei. Era primavera e iba vestido con una piel de animal atada, juntando las espigas que habían quedado de las cosechas y cantando alegremente.
Confusio y su pandilla justo pasaban por ahí, y lo vieron de lejos.
Confusio, que no era ningún tonto, les dice a los pibes: "Seguro aquel viejito tiene algo interesante para decir ¿quién tiene ganas de ir a darle charla?"
Zi Gong [discípulo-amigo-capaztáz nº1 de Confusio] cantó pri, así que fué hasta el fondo del potrero, se le paró enfrente y con un suspiro le dijo: "Disculpe, anciano, ¿no siente ninguna preocupación mientras canta y junta espigas?"
Lin Lei siguió cantando y espigando, sin darle bola. Zi Gong tampoco era ningún tonto, quería una respuesta, así que se lo quedó mirando y cada tanto le volvía a hacer la pregunta.
Entonces el viejito se yergue, y mirandolo le dice: "¿y porqué se supone que debería andar preocupado?"
Zi Gong: "Porque usté de joven, maestro, no se esforzó un cuerno. En su madurez no se dedicó a competir con el mundo, ni se se encargó de tener una buena posición, o buena fama. Ahora es viejo, la muerte le anda pisando los talones, y usted no tiene ni esposa ni hijos que lo acompañen. Verdaderamente no le veo ningún sentido a la alegría de su canto."
Lin Lei se rió y le dijo: "Los motivos de mi alegría los tienen todos los hombres, y sin embargo la mayoría se encarga de convertirlos en motivos tristeza. De joven no me esforcé y de adulto no competí con el mundo. Gracias a eso alcancé la longevidad. Ahora estoy viejo, y no tengo mujer ni hijos. La hora de mi muerte está a punto de llegar y es justamente por eso que puedo sentir esta alegría."
Zi Gong no terminaba de entender: "Está bien, llegar a tener una vida larga es algo que el hombre suele querer, pero nadie desea la muerte ¿cómo puede ver en eso un motivo de alegría?"
Lin Lei, muy a lo chino contesta: "Muerte y Vida son como ida y vuelta, entonces ¿cómo puedo saber que morir aca no es nacer el otra parte? ¿qué se yo si vida y muerte no son la misma cosa? ¿quién te dice que esforzarte por vivir no es una gran pérdida de tiempo? ¿cómo saber que mi muerte de hoy no es mejor que mi vida anterior?"
Zi Gong, por mas que escuchara con atención, seguía con la sensación de que el viejo estaba loco.
Saludandolo cortésmente, se volvió con Confusio y le contó lo que había pasado.
Éste le dice: "Tenía razón al sospechar que las palabras del anciano podrían ser provechosas. Ese hombre la tiene clara, y sin embargo todavía le falta llegar hasta el fondo."

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